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El Origen: Ese bonito cuento de la sal común

Todos conocemos el cuento de “La Sirenita”. Es una “historia” muy popular, que todo el mundo conoce, pero que todos sabemos que no es verdad, que es un cuento. Un cuento muy bonito que se desarrolla en el mar, donde abunda la sal marina, la sal común.

También cuando hablamos de ventanas hay una historia relacionada con la sal común: la historia de la composición del PVC. El omnipresente“poli(cloruro de vinilo) no plastificado (PVC-U)”.

Seguro que todos hemos oído decir que el PVC es un material que se obtiene de la sal común y del petróleo. Una estupenda definición que no es más que una pirueta para evitar decir lo que realmente se hace para obtener este material y qué contiene. Si atendemos a la fuente más utilizada actualmente (Wikipedia) nos encontraremos con la siguiente definición:

El PVC se obtiene a partir del craqueo del petróleo, que consiste en romper los enlaces químicos del compuesto para conseguir diferentes propiedades y usos. Lo que se obtiene es el etileno, que combinado con el cloro obtenido del cloruro de sodio producen etileno diclorado, que pasa a ser luego cloruro de vinilo. Mediante un proceso de polimerización llega a ser cloruro de polivinilo o PVC. Antes de someterlo a procesos para conformar un objeto, el material se mezcla con pigmentos y aditivos como estabilizantes o plastificantes, entre otros.

Y puestos a simplificar para convencernos de la inocuidad de su producto, que tiene, según sus propios fabricantes, un 48% de petróleo y un 52% de sal común, éstos han preferido mostrarnos la brillante sal y ocultar el pringoso petróleo, quizá porque tiene mala prensa.

Lo que está claro es que la sal común o cloruro de sodio tan solo es la materia prima para obtener el cloro, que se produce mediante electrólisis. En este proceso, además del cloro en estado gaseoso, se obtiene hidrógeno y sosa cáustica.

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Un problema añadido es que ni siquiera sabemos cuál es la composición concreta del PVC: hay al menos dos patentes que la protegen.

En efecto, muchos hemos oído decir que el PVC de tal marca X “no contiene fitalatos” o que el de la marca Y “está libre de plomo”. Curiosas afirmaciones que muy probablemente quieren decir lo contrario: que otros fabricantes sí que incluyen en su formulación estos componentes, que al parecer son perjudiciales para la salud, o que quizá todos los fabricantes los incluían anteriormente en sus formulaciones y que sus competidores, envidiosos, saben de buena tinta que aún no los han eliminado todos.

Además, tampoco salimos de dudas si recurrimos a la norma que reglamenta estos productos, la Norma Europea (EN) 12608 “Perfiles de poli(cloruro de vinilo) no plastificado PVC-U para la fabricación de ventanas y puertas”.

En efecto, para la EN-UNE 12608 el material virgen es, textualmente, ”aquel material de formulación definida (composición controlada de polímeros, aditivos y pigmentos), en forma de gránulos o en polvo, que no ha sido utilizado o procesado de forma distinta de la requerida para su fabricación, y a la que no se ha añadido material reprocesable o reciclable”.

Como vemos, la norma de producto no fija una composición concreta de la materia prima “PVC”. Con esta descripción se puede utilizar cualquier composición “definida” y, lo que es más grave, la norma tampoco exige la comprobación de la composición cuando pretendemos ensayar su calidad.

En definitiva, lo de la sal común es una estrategia publicitaria que pretende hacernos creer que el PVC, un sofisticado compuesto químico, es algo “natural”. Pero no sólo eso, hay más: ¿Podemos fiarnos de la declaración del fabricante sobre la composición de su producto o sobre sus propiedades ecológicas? ¿Cómo sabemos que el producto no contiene los peligrosos agentes (plomo, ftalatos, etc.) que antes eran habituales en su formulación y que fueron suprimidos por indicación de las autoridades sanitarias?

Al final de todo vemos que lo de la sal común no es sino un bonito cuento, como el de La Sirenita, que nos deja sumidos en mar de dudas… lleno de sal.

Continuará...